Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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El coaching ontológico desde la problematización del exilio

Ontological Coaching from the Problematisation of Exile

Emiliano Jacky Rosell

IISE-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET);

Universidad de Buenos Aires (UBA)-IIGG, Argentina.

Recibido: 30/10/2021

Aceptado: 13/03/2022


Resumen. Mi objetivo con este trabajo es poner a consideración algunos avances de investigación que venimos realizando en nuestro Grupo de Estudios sobre Problemas Sociales y Filosóficos (GEPSyF UBA-IIGG) en torno la relación entre coaching ontológico, exilio y campo de las derechas. Nuestra intuición es que esta disciplina, que vive una notable expansión en nuestra región desde principios del siglo XXI, puede ser investigada en su genealogía a través del prisma del exilio. Tomaré como foco de análisis la presentación de uno de los intelectuales fundadores del coaching ontológico, Rafael Echeverría, en el 53 Coloquio IDEA de 2017. El caso permite desglosar algunas características generales de este discurso así como el modo en que se inserta y converge con la perspectiva de la derecha por entonces gobernante en la Argentina. Ciertas nociones clave puestas en juego en este contexto, como son las de “transformación” y “cambio cultural”, abonan a la discusión sobre la pertinencia del concepto de “nuevas derechas” para caracterizar este tipo de fenómenos y dan cuenta de la productividad de los esquemas análiticos de la problemática exiliar para su estudio.

Palabras clave. Coaching ontológico; Exilio; Nuevas derechas; Filosofía latinoamericana.


Abstract. My aim with this paper is to present some research advances that we have been carrying out in our Grupo de Estudios sobre Problemas Sociales y Filosóficos (GEPSyF UBA-IIGG) on the relationship between ontological coaching, exile and the field of the right-wing. The intuition is this discipline, which is experiencing a remarkable expansion in our region since the beginning of the 21st century, can be investigated in its genealogy through the prism of exile. I will take as analytical focus the presentation of one of the founders of ontological coaching, Rafael Echeverría, at the 53rd IDEA Colloquium in 2017. The case allows us to break down some general characteristics of this discourse, the way in which it is inserted into and converges with the right-wing perspective then in power in Argentina. Certain key notions brought into play in this context, such as "transformation" and "cultural change", contribute to the discussion on the relevance of the concept of "New Rightists" to characterise this type of phenomena and demonstrate the productivity of the analytical schemes of the exile problematic for its study.

Keywords. Ontological coaching, Exile, New Right, Latinoamerican philosophy.



1. Quiero narrar en este ensayo un caso de exilio que compromete íntimamente a la filosofía. Mi deseo es invitar a considerar al coaching ontológico como un objeto en cierto modo ideal para el campo de estudios sobre el exilio. Al mismo tiempo quiero especular sobre la potencia de la perspectiva exiliar para investigar la genealogía de este tipo específico de coaching que en la actualidad interviene en los más variados ámbitos de nuestra vida, y que tiene una singular relación tanto con la filosofía como con la historia reciente latinoamericana, al punto que podría pensárselo al modo de una filosofía práctica latinoamericana de derecha. Pero es precisamente la clasificación de su identidad lo que complica el coaching ontológico y lo que me resulta personalmente más interesante e intrigante: desde por su propio y extraño nombre, pasando por las dimensiones en las que opera su saber, hasta la caracterización de sus efectos políticos. Si una de las preguntas genealógicas clave pasa aquí por interrogar las condiciones de posibilidad de la articulación de los términos “coaching” y “ontología” en una práctica concreta, la hipótesis que presento en estas páginas afirma que la problematización del exilio provee de esquemas analíticos productivos para entender algunas de las dinámicas fundamentales que están involucradas en la producción histórica de esta práctica de saber y poder [1] .

A partir de los trabajos de Sznajder y Roniger (2009), Jensen (2011;2018) y Traverso (2018) rescato cuatro aspectos fundamentales del exilio que son útiles para pensar el coaching ontológico. En primer lugar, se halla su capacidad para explicar ciertos procesos de producción intelectual característicos de la época que va desde la segunda guerra mundial hasta los años 90 en occidente. Desde este ángulo el destierro político funciona como un “agente difusor” de ideas que modela la trayectoria de determinadas tradiciones de pensamiento. En este punto el caso del coaching ontológico es análogo con los recorridos que llevan a los herederos de la Escuela de Viena a Inglaterra y Estados Unidos, lugares donde su positivismo lógico servirá como sustento epistemológico del neoliberalismo (Foucault 2007, p.94; Gómez, 2014). En segundo lugar, destaco la idea de que el exilio ha sido para la historia latinoamericana un instrumento que ha caracterizado su estilo político. ¿Cómo los procesos de exilio son parte de determinadas estrategias políticas en nuestros territorios o cómo puede ver dibujarse en escalas temporales relativamente amplias los efectos políticos de prácticas de destierro para las comunidades que las sufren y las ejercen? Mi intuición es que el trabajo en los archivos históricos del coaching ontológico puede proporcionar valiosos materiales de reflexión al respecto. En tercer lugar, destaco uno de los aspectos más interesantes para el estudio de nuestro caso, que es el que concibe al exilio como un acontecimiento que remite a experiencias liminales, de pasaje, esto es, de alteración de identidad y que esto ocurre en un complejo espacio temporal que conecta lugares y tiempos diversos, en concreto, los sitios de expulsión y los de acogida. El rasgo “poliédrico y móvil” (Silvina Jensen) tiene que ver con esta característica que es posible seguir en varias dimensiones de la práctica que estudiamos. Por último, y estrechamente ligado con el entre lugar y el entre tiempos está la dimensión inter - trans - supra nacional de los objetos de conocimiento que se construyen para dar cuenta de dinámicas de exilio, lo cual es un incentivo para ir más allá de los marcos nacionales de inteligibilidad. Como veremos a continuación, el estudio de nuestro caso es imposible hacerlo en referencia a un solo contexto o lugar, tanto porque desde su origen se despliega por diferentes países en el accionar de sus escuelas, como también porque sus narrativas dan cuenta de una intrincación de experiencias histórico-geográficas heterogéneas.

 

2. ¿Qué es el coaching ontológico? De modo resumido podemos decir que se trata de una disciplina surgida en la década de los 90, en el contexto de una profunda renovación dentro del campo del management y, también, de una expansión y consolidación de lo que se conoce nueva cultura psicológica (Gonnet, J P. 2013; Castel, R. 1984). Sus empresas y escuelas están entre las primeras que se proponen profesionalizar la práctica del coaching y su campo de acción se extiende principalmente a latinoamérica, donde Argentina es uno de los países con mayor incidencia, aunque también operan en EUA, España, Australia y más recientemente en Francia (Jacky Rosell, E. 2021, 35). Entre las diferentes y muchas variantes de coaching, esta le interesa a nuestro grupo de investigación por la riqueza de su genealogía latinoamericana, por su carácter pionero en el campo del coaching y por su singularidad estrictamente filosófica. Como lo indica la rareza de su nombre, esta disciplina pliega el objetivo de disolver los obstáculos que se presentan a equipos y/o individuos para alcanzar mayores rendimientos (coaching) al problema de la modificación de su propia existencia, su manera de ser, su alma, su estructura de coherencia (ontología) (Echeverría, R. 2007, 217). La tesis o supuesto fundamental es que solo se alcanzan los resultados esperados, no trabajando sobre las estrategias o repertorios de acción, sino transformando la estructura de existencia, la manera de ser de individuos y grupos, es decir, alterando la definición que tienen de sí mismos, modificando su identidad, obrando una radical transformación de sí. Debe tenerse en cuenta que este saber articula perspectivas filosóficas de alta complejidad con diversas técnicas de intervención sobre dimensiones corporales, emocionales y lingüísticas. Los pilares de su matriz teórica están formados por la ontología fundamental heideggeriana de Ser y Tiempo, la teoría de los speech acts en la línea de Searle y la biología del conocimiento de Humberto Maturana (Alvaro, D. 2021, 55-70). De acuerdo a nuestros avances puede identificarse un canon fundador de la disciplina, compuesto por cuatro obras. Abre la serie el trabajo doctoral de Fernando Flores, Management and Communication in the Office of the Future (1982) con su traducción Inventando la empresa del siglo XXI (1989). Continúa el libro de Flores con Terry Winnograd, Understanding Computers and Cognition: A New Foundation for Design (1987) y su traducción Hacia la comprensión de la informática y la cognición, (1989). En la próxima década aparece la publicación conjunta de Rafael Echeverría y Julio Olalla, El arte del coaching ontológico. Parte I y II (1992). Finalmente, concluye la serie el libro fundamental de Echeverría, Ontología del lenguaje (1994) [2] .

 

3. Nuestra investigación sostiene que el exilio se encuentra en el origen del coaching ontológico. Esto quiere decir que para que la disciplina fuera inventada resultó necesaria una experiencia exiliar determinada. Pero esto también significa que esa experiencia impactó y estructuró aspectos inherentes a la misma. En especial, es una condición de su rasgo multifacético. Por ello entiendo su capacidad, en tanto objeto de conocimiento, para abrirnos al tejido de un conjunto de historias y lugares heterogéneos que encuentro sumamente significativos para problematizar nuestro presente. Lo sintetizan dos nombres: Santiago y California. Se trata del itinerario de los fundadores, Flores, Olalla y Echeverría, intelectuales chilenos comprometidos con el proyecto socialista de la Unidad Popular en importantes cargos de gobierno en el Estado y la universidad que, tras el golpe, y por recorridos diferentes, emigran forzadamente a la costa oeste. Esta trayectoria conecta dos geografías históricas decisivas para entender el nacimiento de formas de neoliberalismo que hoy experimentamos con particular intensidad. Por un lado, es ese doble Santiago de la “vía chilena al socialismo” y del golpe de Estado: el laboratorio para la formulación de proyectos y discusiones libertarias de vanguardia en América Latina y el laboratorio neoliberal, sitio del asesinato político, el destierro y la introducción autoritaria del programa político y económico de la Escuela de Chicago (Nercesian, I. 2011, 8-13). Por otro lado, aparecen los laboratorios californianos y sus escenas que van de fines de los 70 a mediados de los 90. Esto involucra los sitios en los que se forja la revolución informática y comunicacional (Galliano, A. 2020, 25-28; Sadin, E. 2018, 19-26, 49-69) y los ámbitos en los que se cultiva una amplia gama de técnicas psicoterapéuticas y espirituales que hunden sus raíces en diversos movimientos del siglo XX en Estados Unidos (Castel, F. Castel, R, Lovell, A. 1980, 251-268; Illouz, E. 2007, 35-40, 103-104; Cabanas Díaz, E. 2013, 99-109). Entre estas coordenadas se despliega una serie de espacios de experimentación política, conceptual y tecnológica entre las que podemos contar ámbitos gubernamentales estatales, universitarios, empresariales y también terapéuticos.

Me limitaré a mencionar dos de estos espacios por la cantidad de relaciones que condensan. Uno es el ambicioso proyecto de gestión informatizada de la producción dirigido por Flores desde CORFO y planificado por un equipo de técnicos y diseñadores chilenos y británicos entre 1971 y el golpe de Estado. El proyecto Synco o Cybersin fue una especie de proto-internet socialista que se proponía establecer un nuevo sistema tecnológico que permitiera hacer frente a los problemas suscitados por el rápido proceso de nacionalización de la industria que el gobierno de Salvador Allende intenta en ese entonces. La sigla “Synco” es una abreviación de “Sistema de Información y Control”. La versión en inglés, “Cybersin”, proviene de la síntesis de dos conceptos rectores del proyecto: cibernética y sinergia. Este ambicioso proyecto buscaba ofrecerle al gobierno un control en tiempo real de la economía, darle la posibilidad de identificar crisis antes de que estas ocurrieran e, incluso, generar a futuro un impacto en el conjunto de las relaciones sociales, en la medida en que, tendencialmente, su funcionamiento implicaría la modificación y ampliación de la participación de los trabajadores en la administración de su propia labor (Medina, E. 2011) Lo que aporta Synco a esta genealogía es la verificación de una procedencia vinculada a la cibernética y al espacio gubernamental del Estado. De aquí viene la aguda comprensión técnica y sociológica del fenómeno de las redes y la comunicación que posee el coaching ontológico, junto a un temprano anudamiento con las políticas gubernamentales, lo cual vuelve comprensible en parte cómo pueden insertarse en su matriz teórica los desarrollos de la biología del conocimiento de Humberto Maturana y de qué manera en sus cálculos nunca está ausente la intervención en la administración pública del Estado. En este sentido es, me parece que no es casual que Synco y el trabajo de Flores aparezca en algunas perspectivas críticas actuales sobre la episteme característica del capitalismo contemporáneo, aunque en ninguna de ellas figure la conexión directa con el coaching ontológico o con prácticas similares (Avanessian, A. 2021, 42; Rodriguez, P. E. 2019, 154; Comité Invisible 2014, 116).

Otro espacio de experimentación digno de atención es el dominio académico. Las condiciones de posibilidad de nuestra disciplina son también las redes académicas entre las universidades chilenas y estadounidenses. En especial, la Universidad Católica de Chile y las universidades de Stanford y Berkeley. Las universidades cumplen aquí un múltiple papel: son ámbito de formación y desarrollo profesional, sede de experiencias políticas decisivas, lugar de refugio y asilo en tiempos de persecución y exilio y sitio de invenciones teóricas y técnicas. Por una parte, Flores y Echeverría se conocen entre sí en la universidad y allí ingresan a la vida política a través del movimiento estudiantil y luego del partido político MAPU. Por otra, la armazón teórica del coaching ontológico se hace posible entre el departamento de computación de la Stanford y el doctorado en filosofía del lenguaje de la universidad de Berkeley. Es a través de sus relaciones con Terry Winograd, Hubert. L Dreyfus y John Searle que Flores arriba a la mezcla extraña de filosofía continental, teoría de los speech acts y cibernética que le permitirá intervenir teóricamente en el campo del management y de la informática, establecer principios de diseño de software y de prácticas para la gestión del trabajo (coaching). Es preciso tener en cuenta, además, que la relación de las universidades de California y Chile puede interpretarse en el marco más amplio de los vínculos de cooperación económica, formación profesional e intercambio académico que se desarrollan entre el Estado de California y el Estado de Chile, como parte de los programas que Estados Unidos destina, en el contexto de la Guerra Fría, a contrarrestar la avanzada de los movimientos populares insurreccionales en Latinoamérica. Este es un antecedente insoslayable para entender el modo en que Flores logra salir de su encarcelamiento político por gestiones de la universidad de Stanford y Amnesty Internacional con una beca para estudiar en el departamento de computación y ciencia de dicha universidad (Flores, F. 2017). Cuando atendemos a este lado del poliedro vemos que nuestro objeto tiene un compromiso profundo con el trabajo académico. Su misma estructura de saber es, contra lo que se puede suponer en un primer momento, producto del ámbito universitario.

Pero entre Santiago y California el exilio habilita a pensar en un destierro que funciona en el plano del pensamiento. En la dimensión académica se registra un desplazamiento de la perspectiva marxista hacia la filosofía pragmática del lenguaje y la ontología fundamental heideggeriana (Echeverría, R. y Warnken, C. 2006, 72-76). También hay un movimiento disciplinar que va de la administración, la ingeniería y la sociología hacia la filosofía. Así es como Echeverría puede pensarse como un sociólogo exiliado hacia las comarcas de la filosofía o podemos seguir el recorrido de Flores como un ingeniero que incursiona en los dominios de la filosofía del lenguaje (Echeverría, R. 2005, 13; Flores, F. 2017). Al mismo tiempo, se produce una mutación ideológica desde posiciones ideológicas de izquierda hacia un conjunto de valores neoliberales que pertenecerían al campo de lo que se identifica como nuevas derechas. Esto se puede captar en diferentes momentos del discurso de los fundadores y puede ser percibido como una irrupción de la historia política latinoamericana en el discurso del coaching ontológico, es decir, no como una parte anecdótica, sino a la manera de una pieza operante en su estrategia argumental y un rasgo que define parte de su singularidad. Creo que lo importante aquí es cómo en el origen se sitúa un acontecimiento histórico traumático que altera la identidad política de los fundadores de un modo radical y que funciona como el primer testimonio de una transformación que resulta análoga a la que se genera en el corazón del entrenamiento ontológico y que puede advertirse en el complejo concepto de quiebre. Esta noción proviene perspectiva heideggeriana sobre el ser del útil y el mundo circundante y es modulada por Flores para pensar los momentos de crisis en las organizaciones, cuando ocurren interrupciones, fallas, problemas, anomalías que desbaratan el curso regular de un hacer determinado y permiten advertir el amplio conjunto de relaciones prácticas y técnicas en el seno de las cuales funciona (Flores, F. 1984, 34-35; 1989, 73-74). Sin embargo, el quiebre es también la instancia crítica y extática en la cual lxs coacheados manifiestan su problema, dificultad, falla y se abren a la posibilidad de transformación personal (Olalla, J. 2018). Las sentidas alusiones de Flores, Olalla y Echeverría al dramático pasado político chileno y a su participación en los acontecimientos que culminan con su persecusión y exilio poseerían una función bastante clara: dan razón de las preocupaciones fundamentales de la disciplina, afectan su legitimidad de origen y dan lugar a posicionamientos políticos determinados. La hipótesis es que allí se origina y toma fuerza la voluntad de transformación profunda de la realidad del coaching ontológico, su intención de desplegarse en las estructuras que organizan la visa social y política en todos los niveles de la existencia. En la experiencia de exilio, su dolor y las oportunidades que abrió, se asienta la posibilidad de dar al concepto de quiebre de una densidad vivencial e histórica, le permite al coaching ontológico ser un arte que nace a través de los sufrimientos y las conversiones concretas y fechadas de sus fundadores, de allí extrae saber y autoridad [3] .

 

4. Entre los documentos disponibles para apreciar el modo de operar del coaching ontológico y su desembocadura en las aguas de las nuevas derechas se encuentra la intervención de Echeverría en el 53° Coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), celebrado en octubre de 2017. El caso es significativo porque expone una nítida convergencia entre la perspectiva del coaching ontológico, la propuesta del coloquio empresarial y el discurso de los principales referentes de la alianza de centroderecha que en ese momento gobierna la Argentina. El coloquio que se llamó “Transformándonos” y contó con títulos como “Conversaciones que transforman: una charla con María Eugenia Vidal”, “La Argentina hacia adelante” y “Surfeando la ola del cambio”. Lo primero a tenerse en cuenta es que el concepto de transformación adquiere en este escenario un sentido específico. Por una parte, alude a una mutación que afecta a la sociedad entera: todos los actores sociales y todas las esferas de actividad se ven involucradas en su movimiento. El término clave que repiten aquí los participantes es el de “cambio cultural”. Por otra parte, la transformación se piensa como un “proceso interno”, un movimiento que va de “adentro hacia afuera” y que es —son todas palabras del presidente de IDEA, Javier Goñi— lo que se necesita para “contagiar con pasión a los demás”. De aquí que la primera y principal plataforma del encuentro se llame “Uno mismo”. Según Gastón Remy, presidente del 53° Coloquio, “la esencia misma es la transformación desde nosotros mismos”. El objetivo es “ir a ese punto bien reflexivo, profundo… poner en cuestión nuestras propias miradas, nuestro propio sesgo, nuestras propias interpretaciones, ese lugar donde nacen nuestras propias acciones”. La impronta testimonial y emotiva del coloquio se vincula con esta dimensión “interna”. Aquí caben, -para tomar solo dos ejemplos- la invitación de Vidal a practicar una escucha de sí y de los demás “desde el corazón y no desde la cabeza” o las reflexiones de Mauricio Macri sobre su trayectoria de vida y sobre el aprendizaje como “solución para ser eternamente joven”. Finalmente, la transformación o el cambio cultural revela un doble aspecto. Se presenta como un dato indiscutible de la realidad y, al mismo tiempo, como algo que es necesario hacer realidad. Una especie de nueva o reeditada Ilustración. Una revolución inexorable y un imperativo ético-político a “participar” en ella, a ser “protagonistas” de la aventura. La imagen convocada con insistencia en este punto es la del “surfeo de la ola” [4] . Es necesario retener que la participación se piensa bajo la forma de salida o abandono de un estado de fracaso y que este fracaso, a su vez, se asocia al tiempo pasado y a una política que “divide” y alimenta “rencores” y “traumas”. Marcos Peña lo resume en una serie de fórmulas contrapuestas, de carácter simple y contundente. “Enamorarnos de lo que podemos hacer, no de aquello que nos frustró en el pasado”. En contra de la “obsesión de analizar la coyuntura desde el pasado”, de la “lógica reivindicativa”, del “verso de la justicia social” y del “delirio mesiánico” se afirma: “obsesión por construir del hoy para adelante”, “lógica aspiracional”, “capacidad emprendedora del pueblo” y “conversación permanente” con los ciudadanos, verdaderos “jefes” y “protagonistas” a los que la política debe su “servicio”. En términos de Goñi la transformación apunta a “sacarnos el estigma del fracaso colectivo como sociedad”. Si la pobreza opera en este discurso como indicador privilegiado del fracaso, las razones de este deben buscarse en una política asociada al pasado y a la división.      

Este contexto parece armado a medida del coaching ontológico o viceversa. La presentación de Echeverría, titulada “Desde uno mismo”, puede servir para ilustrar la curiosa operación que efectúa la disciplina que dota a la noción de transformación de una conceptualidad sociológica y filosófica radical y es capaz al mismo tiempo de ofrecer herramientas prácticas para afrontar/producir la transformación. Sería muy interesante, en este aspecto particular, contrastar la intervención de Echeverría con la que brinda el filósofo argentino Darío Sztajnzrajber al año siguiente en el mismo Coloquio IDEA (Sztajnzrajber, D. 2018). Puesto que, mientras el segundo toma como punto de partida la evidencia de que la filosofía sería un lenguaje extranjero al ámbito empresarial del coloquio, el primero asume exactamente la evidencia contraria al poner como clave de la transformación a “nuestra manera de ser” y hablar explícitamente en términos ontológicos.

Bajo el eslogan de “el cambio cambió”, el sociólogo-filósofo chileno señala, en primer lugar, que el cambio cultural es la producción de una incertidumbre radical generada por la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación. Es un movimiento que destruye toda concepción progresiva, lineal y acumulativa de transformación, poniendo en cuestión el paradigma racionalista y sus categorías esenciales e impidiendo anticipar el futuro. En segundo lugar, advierte sobre la implicación social de la transformación tecnológica: lo que se modifican son los modos de hacer sentido con otros, son nuestras relaciones sociales, nuestras prácticas y no algo simplemente técnico. Se trata de una visión compleja y relacional de la tecnología que permite entender que los nuevos medios tecnológicos son indisociables de nuevas posibilidades prácticas y de la producción de nuevas formas de relaciones sociales. En tercer lugar, indica que lo que está en juego, sin embargo, es algo todavía más radical: lo que se ve afectado con la transformación es la misma definición y estructura antropológica del ser humano, es su constitución ontológica la que se encuentra en tren de modificarse, en los niveles de la estructura profunda de la personalidad y de los sistemas sociales. Este diagnóstico, y el tono dramático en que se lo anuncia, apunta sobre todo a mostrar que no se está respondiendo adecuadamente, pues “las transformaciones nos avasallan frente a la ola de obsolescencia que producen las tecnologías en varios campos” El fracaso y su temporalidad correspondiente, el pasado, adquieren aquí estatus filosófico con el concepto de obsolescencia ontológica:

Hay una forma de obsolescencia fundamental...nuestra forma de ser no está dando la talla... La principal obsolescencia no es puntual, la obsolescencia mayor tiene que ver con nosotros mismos: no estamos dando la marca, nuestras formas de ser quedan obsoletas. (Echeverría, R. 2017)

El recurso a la ontología parece ser el punto clave, el transportador e intercambiador que permite al discurso dirigirse al mismo tiempo al empresariado, al mundo político, al ámbito educativo, familiar, sexo-afectivo, etc., para constatar que los resultados son insuficientes, que no se logra el tipo de relaciones que se desea, justamente, porque nuestra forma de ser es obsoleta. Sin embargo, la salida de esta situación está dada por una serie de competencias que no envejecen y nos permiten aprender continuamente. Estas son lo que llama competencias conversacionales, entre las cuales se destaca la escucha. Estas competencias son genéricas, es decir que pertenecen a los seres humanos en tanto tales y es a partir de ellas que podemos operar para conseguir los resultados buscados. El espacio de trabajo es, como ya mencionamos arriba, no la dimensión de la acción, sino la del observador de la acción, es decir, el núcleo duro de nuestra personalidad, el conjunto de juicios a partir de los cuales no se representa la realidad, sino que se la crea (esta es su versión del giro lingüístico).

Cabe no dejar de lado un último elemento de la presentación que es la valoración sobre los países latinoamericanos y, en especial, sobre la situación argentina del momento. Según la óptica del presidente de Newfield Consulting [5] , los sistemas latinoamericanos son retardatarios para la transformación. Pobreza, corrupción, falta de transparencia son algunos de los indicadores de un fracaso que bloquea los caminos para un desarrollo basado en la propia iniciativa emprendedora. Consecuencia de esto son la “resignación” y la “demasiado tentadora opción de que el Estado provea lo que hace falta”. Sin embargo, le resulta evidente que la modificación del sistema no puede venir del Estado, ni de la política sino de “la palanca fundamental de la transformación histórica” que constituye el empresariado. Es entonces cuando Echeverría observa el caso argentino y “se llena de esperanza”. “Viniendo de afuera, durante el trayecto uno escucha una y otra vez: algo muy importante está pasando en la Argentina. Por lo tanto, estar aquí, representa para mí un privilegio, un honor”. ¿Qué es lo que concretamente está percibiendo ese 12 de octubre de 2017? Lo sabemos por una entrevista ofrecida para la ocasión, publicada unos días más tarde. Allí leemos: “el argentino resistió las penurias de los meses pasados por la esperanza puesta en el futuro. Esto sirvió mucho y afortunadamente creo que ya comienza a verse que hay un giro, un cambio importante” (Echeverría, 2017). Los acontecimientos del año 2017 tienen una singular importancia en el calendario de la memoria política argentina. Su tiempo registra una radicalización de la conflictividad social hecha sensible en las primeras movilizaciones masivas contra las políticas de Cambiemos. Es también el momento —especialmente durante los meses que van de agosto a diciembre— en el cual el gobierno de los CEOs muestra su cara más cruel. Su posición adversa a la protesta social se materializa en múltiples casos de represión ilegal y en una defensa agresiva de este accionar, inédita desde la vuelta a la democracia, por parte de los más altos funcionarios del poder ejecutivo de la nación (CELS, 2017). En los meses de ese año que quedarán marcados a fuego por los nombres de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, Echeverría percibe los hechos en términos de “esperanza puesta en el futuro” y siente por ello “privilegio y honor”. Tal es el modo en que la perspectiva del padre fundador del coaching ontológico converge con la derecha argentina en el gobierno.

 

5. Esto puede examinarse, sin dudas, de un modo mucho más exhaustivo y pormenorizando en su estricta correspondencia con los principios teóricos y metodológicos de la disciplina, tal como se formulan en su discurso fundador. Es lo realizado en nuestro trabajo Vidas diseñadas. Mi intención en estas páginas es acercar algunas muestras de la convergencia entre el discurso del coaching ontológico y el de ciertas derechas e indicar como la perspectiva del exilio brinda pistas valiosas para ello. Siguiendo las investigaciones de Giordano (2014; 2017; 2019), Morresi (2008; 2015) y Vommaro (2014; 2017) entre otros, podemos establecer que la orientación política del coaching ontológico no se identifica con las opciones extremas del campo de las derechas, sean estas nuevas o viejas, sino con posiciones centristas. Esta posición de “centroderecha”, o de las “nuevas derechas” que emergen tras la obturación parcial de las vías autoritarias de conquista y gestión del poder en América Latina, se asocia a una serie de componentes interconectados que definen un estilo político que, en primer término, valora desde los años 80 a la democracia representativa como modo de instrumentación de políticas neoliberales. Debemos notar que la proveniencia socialista y la experiencia de exilio hacia California marca al coaching ontológico con una concepción diferente a la de los Chicago Boys, una postura netamente refractaria a formas dictatoriales de ejercicio del poder político. Este rasgo democrático-liberal debe ser enmarcado en los procesos desatados por la transición democrática en Chile. Su estudio podría profundizarse en atención a lo que Tomás Moulián ha llamado “transformismo” —el complejo armado jurídico y político de una “democracia protegida” para asegurar la reproducción del régimen sociopolítico instalado por la dictadura— y a la incidencia que la dimensión internacional (en este caso la conexión con Estado Unidos y California) pudo haber tenido en la renovación del campo socialista chileno y la paulatina asimilación de algunas de sus franjas al programa neoliberal (Gaudichaud, 2014; Perry Fauré, 2020).

En segundo término, es necesario notar que esta perspectiva de centro derecha entiende a la democracia en un sentido dialoguista en pos de soluciones eficaces y no como un régimen basado en el disenso. En este sentido, su posición se declara más allá de etiquetas partidarias y la lucha ideológica y es crítica de la política tradicional, a la que concibe como un espacio viciado por malas prácticas, siendo cuestión de la corrupción su tópico preferencial. Teniendo en cuenta la presentación de Echeverría en IDEA y también los antecedentes genealógicos revisados, la tesis aquí es que las elaboraciones teóricas y procedimentales que desarrolla el coaching ontológico forman un corpus teórico y práctico que conceptualiza y operativiza muchos de los eslóganes y términos clave de las nuevas derechas, permitiendo así densificar y dotar de contenidos específicos a las prácticas de una democracia consensual y posideológica. A través de su prisma, la política se percibe como un arte dedicado a abrir conversaciones para coordinar compromisos de acción y generar organizaciones. Este concepto técnico de conversación conlleva un entendimiento performático del lenguaje que contempla dimensiones emocionales y corporales y que encuentra su pertinencia y urgencia movilizadora en la problemática del “cambio cultural”. Retengamos, por lo demás que este concepto y el de “batalla cultural” denotan una clara intención de intervenir en la creación de símbolos y significaciones que inciden en el sentido común y construyen hegemonía, lo cual es correlativo a la especial atención a las nuevas tecnologías de comunicación e información y también a la generación de alianzas con medios masivos de comunicación.

Por último, se encuentra el rasgo de confrontación con el igualitarismo. A diferencia de lo anterior, aquí se marca una nítida continuidad con las derechas tradicionales y radicales. Esto puede ser identificado en el rechazo a la idea de justicia social, el desplazamiento de cuestión la desigualdad por el de la lucha contra la pobreza y en la promoción de lógicas aspiracionales y meritocráticas ligadas a figuras de liderazgo emprendedor. En este punto es quizás donde la problemática del exilio pueda aportarnos una de sus líneas hermenéuticas más interesantes. Según esto el coaching ontológico exhibiría una forma de combate al igualitarismo por vía de la recuperación y sostenimiento del motivo revolucionario de la transformación humana, pero vaciado de los efectos anarquizantes que su problematización genera, es decir, rechazando el conjunto de paradojas que abren prácticas de igualdad y libertad, tales como las producidas por la experiencia socialista chilena de los 70, por las estrategias contraculturales de California en los 60 o, en nuestros días, por los movimientos estudiantiles y feministas del “estallido de Chile”. Lo cautivante es la radicalidad que esta proveniencia revolucionaria trasladaría a una gubernamentalidad neoliberal. En efecto, la política del coaching ontológico despliega literalmente esa apuesta del neoliberalismo por “la forma de nuestra existencia, o sea, el modo en que nos vemos llevados a comportarnos, a relacionarnos con los demás y con nosotros mismos.” (Dardot & Laval, 2013: 14).

6. En suma, la estructura de la hipótesis compartida en este ensayo sostiene que una clave para entender la relación de nuestro objeto con cierta política de derecha, pasa en gran medida por su condición exiliar. Esta condición nos muestra un desplazamiento que en términos políticos va desde el ideario socialista a posiciones de centroderecha y que arrastraría ambiguamente el motivo revolucionario y moderno de la transformación humana reconvertido por una tecnología discursiva y práctica con una nada despreciable capacidad de lectura de los procesos sociales contemporáneos a través de conceptos y técnicas que son específicos y de los cuales he dado apenas una pequeña muestra. Es en este sentido que me interesa pensarla en términos de una filosofía práctica latinoamericana de derecha. Sin embargo, la pregunta que abre nuestra investigación, jugando con todas complejidades del destierro, es por las las formas específicas en que la crisis-exilio del experimento socialista deriva hacia una política optimista del cambio que se materializa en el coaching ontológico. Retomando libremente las reflexiones que Jean-Luc Nancy dedica al tema: ¿podrá verse aquí algo del orden de una “dialéctica del exilio”, es decir, de una utilización de la negatividad del exilio como motor para una reapropiación, un regreso a la propia identidad (Nancy, 1996), a una forma de identidad que correspondería a cierta forma moderna de humanismo tecno-científico y a una concepción futurista del tiempo ligado a este? Otra posibilidad de la “dialéctica del exilio” podría ser pensar en términos de una desapropiación radical, un viaje sin retorno donde lo exiliado sería la política misma, es decir, el abandono de las paradojas de la igualdad y sus aperturas radicalmente inconmensurables en reemplazo por las jerarquías del cambio cultural y la vida emprendedora. Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta lo desarrollado más arriba, podrían formularse dos interrogaciones sobre el concepto de derechas y nuevas derechas. Me pregunto si el caso del coaching ontológico podría servir para pensar la posibilidad de mantener el apelativo de “nuevo” para ciertas derechas cuyos discursos están vectorizados hacia el futuro y tienen siempre una visión negativa del pasado, como el tiempo del fracaso y el atraso. Sin lugar a dudas, estas posiciones ya no son lo nuevo, a la vista de las últimas emergencias más radicales y neofascistas, si bien es cierto se pueden registrar varias resonancias coloniales en su discurso, pues la figura del emprendedor hace reverberar a veces al personaje del conquistador: la clara insensibilidad de la intervención de Echeverría el mismo 12 de octubre da una pequeña y sintomática prueba de esto. Por último, pienso si desde la problemática del exilio y sus conversiones no se desplazaría la pregunta por la identidad de las “derechas” hacia lo que podría llamarse procesos, devenires o derivas de derechización. Quizás políticamente podría ser más interesante antes que identificar las derechas, pensar como las izquierdas devienen derechas y viceversa. Podría trabajarse esto con y contra, más acá o más allá de las figuras conceptuales y literarias de vidas de derecha, fascistas, revolucionarias, infames y otras.

 

 

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[1]    Tal es al menos una de las hipótesis abiertas por el trabajo de escritura investigativa que iniciamos en el 2020 en el sendo de nuestro Grupo de Estudios sobre Problemas Sociales y Filosóficos y (GEPSyF-IIGG) y que se materializó en la publicación del libro Vidas diseñadas. Crítica del coaching ontológico (Alvaro, D. 2021). El presente ensayo es una variación, tanto ampliación como comentario, del primer y último capítulo de este trabajo.

[2]    Para una justificación metodológica de lo que entiendo por “discurso fundador” ver Jacky Rosell (2021, 39).

[3]    Tal vez no haya mejor ejemplo de esto que el final del documental ¿Qué es el ser humano? Una mirada desde la ontología del lenguaje (Echeverría, 2010).

[4]    La metáfora del surfeo de la ola es típicamente neoliberal. Es notable como los movimientos feministas de los últimos años supieron contraponerle la metáfora de la marea: otra “geografía acuática” inspirada en Rosa Luxemburgo (Gago 2018, 17-18). Sobre la idea “surfear la ola” se puede consultar Flores (2013).

[5]    Como mencioné anteriormente, existe en la formación del coaching ontológico una veta netamente empresarial. En este sentido, cabe mencionar que los fundadores son padres de una disciplina y, al mismo tiempo, líderes de empresas familiares. Solo para mencionar las firmas más emblemáticas de Echeverría, Olalla y Flores respectivamente: Newfield Consulting, Newfield Network, Pluralistic Network.