Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
www.estudiosdefilosofia.com.ar / Mendoza / 2022 /
.
Ontological Coaching from the Problematisation of Exile
Emiliano Jacky Rosell
IISE-Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET);
Universidad de Buenos
Aires (UBA)-IIGG,
Argentina.
Recibido:
30/10/2021
Aceptado:
13/03/2022
Resumen. Mi objetivo con este trabajo es poner a
consideración algunos
avances de investigación que venimos realizando en nuestro Grupo
de Estudios
sobre Problemas Sociales y Filosóficos (GEPSyF UBA-IIGG) en
torno la relación
entre coaching ontológico, exilio y campo de las derechas.
Nuestra intuición es
que esta disciplina, que vive una notable expansión en nuestra
región desde
principios del siglo XXI, puede ser investigada en su genealogía
a través del
prisma del exilio. Tomaré como foco de análisis la
presentación de uno de los
intelectuales fundadores del coaching ontológico, Rafael
Echeverría, en el 53
Coloquio IDEA de 2017. El caso permite desglosar algunas
características
generales de este discurso así como el modo en que se inserta y
converge con la
perspectiva de la derecha por entonces gobernante en la Argentina.
Ciertas
nociones clave puestas en juego en este contexto, como son las de
“transformación” y “cambio cultural”,
abonan a la discusión sobre la
pertinencia del concepto de “nuevas derechas” para
caracterizar este tipo de
fenómenos y dan cuenta de la productividad de los esquemas
análiticos de la
problemática exiliar para su estudio.
Palabras
clave. Coaching ontológico;
Exilio; Nuevas derechas; Filosofía
latinoamericana.
Abstract. My aim with this paper is to present some
research advances that we have been carrying out in our Grupo de
Estudios sobre
Problemas Sociales y Filosóficos (GEPSyF UBA-IIGG) on the
relationship between
ontological coaching, exile and the field of the right-wing. The
intuition is
this discipline, which is experiencing a remarkable expansion in our
region
since the beginning of the 21st century, can be investigated in its
genealogy
through the prism of exile. I will take as analytical focus the
presentation of
one of the founders of ontological coaching, Rafael Echeverría,
at the 53rd
IDEA Colloquium in 2017. The case allows us to break down some general
characteristics of this discourse, the way in which it is inserted into
and
converges with the right-wing perspective then in power in Argentina.
Certain
key notions brought into play in this context, such as
"transformation" and "cultural change", contribute to the
discussion on the relevance of the concept of "New Rightists" to
characterise this type of phenomena and demonstrate the productivity of
the
analytical schemes of the exile problematic for its study.
Keywords. Ontological coaching, Exile, New Right,
Latinoamerican philosophy.
1. Quiero narrar en este ensayo un caso de exilio que
compromete
íntimamente a la filosofía. Mi deseo es invitar a
considerar al coaching ontológico como un
objeto en
cierto modo ideal para el campo de estudios sobre el exilio. Al mismo
tiempo
quiero especular sobre la potencia de la perspectiva exiliar para
investigar la
genealogía de este tipo específico de coaching
que en la actualidad interviene en los más variados
ámbitos de nuestra vida, y
que tiene una singular relación tanto con la filosofía
como con la historia
reciente latinoamericana, al punto que podría pensárselo
al modo de una
filosofía práctica latinoamericana de derecha. Pero es
precisamente la
clasificación de su identidad lo que complica el coaching
ontológico y lo que me resulta personalmente más
interesante e intrigante: desde por su propio y extraño nombre,
pasando por las
dimensiones en las que opera su saber, hasta la caracterización
de sus efectos
políticos. Si una de las preguntas genealógicas clave
pasa aquí por interrogar
las condiciones de posibilidad de la articulación de los
términos “coaching” y
“ontología” en una práctica
concreta, la hipótesis que presento en estas páginas
afirma que la problematización
del exilio provee de esquemas analíticos productivos para
entender algunas de
las dinámicas fundamentales que están involucradas en la
producción histórica
de esta práctica de saber y poder
[1]
.
A partir de los trabajos de
Sznajder y
Roniger (2009), Jensen (2011;2018) y Traverso (2018) rescato cuatro
aspectos
fundamentales del exilio que son útiles para pensar el
coaching ontológico. En primer lugar, se halla su capacidad
para
explicar ciertos procesos de producción intelectual
característicos de la época
que va desde la segunda guerra mundial hasta los años 90 en
occidente. Desde
este ángulo el destierro político funciona como un
“agente difusor” de ideas
que modela la trayectoria de determinadas tradiciones de pensamiento.
En este
punto el caso del coaching ontológico
es análogo con los recorridos que llevan a los herederos de la
Escuela de Viena
a Inglaterra y Estados Unidos, lugares donde su positivismo
lógico servirá como
sustento epistemológico del neoliberalismo (Foucault 2007, p.94;
Gómez, 2014).
En segundo lugar, destaco la idea de que el exilio ha sido para la
historia
latinoamericana un instrumento que ha caracterizado su estilo
político. ¿Cómo
los procesos de exilio son parte de determinadas estrategias
políticas en
nuestros territorios o cómo puede ver dibujarse en escalas
temporales
relativamente amplias los efectos políticos de prácticas
de destierro para las
comunidades que las sufren y las ejercen? Mi intuición es que el
trabajo en los
archivos históricos del coaching ontológico
puede proporcionar valiosos materiales de reflexión al respecto.
En tercer
lugar, destaco uno de los aspectos más interesantes para el
estudio de nuestro
caso, que es el que concibe al exilio como un acontecimiento que remite
a
experiencias liminales, de pasaje, esto es, de alteración de
identidad y que
esto ocurre en un complejo espacio temporal que conecta lugares y
tiempos
diversos, en concreto, los sitios de expulsión y los de acogida.
El rasgo
“poliédrico y móvil” (Silvina Jensen) tiene
que ver con esta característica que
es posible seguir en varias dimensiones de la práctica que
estudiamos. Por
último, y estrechamente ligado con el entre
lugar y el entre tiempos está la
dimensión inter - trans - supra nacional de los objetos de
conocimiento que se
construyen para dar cuenta de dinámicas de exilio, lo cual es un
incentivo para
ir más allá de los marcos nacionales de inteligibilidad.
Como veremos a
continuación, el estudio de nuestro caso es imposible hacerlo en
referencia a
un solo contexto o lugar, tanto porque desde su origen se despliega por
diferentes países en el accionar de sus escuelas, como
también porque sus
narrativas dan cuenta de una intrincación de experiencias
histórico-geográficas
heterogéneas.
2. ¿Qué es el coaching
ontológico? De modo resumido podemos decir que se trata de una
disciplina
surgida en la década de los 90, en el contexto de una profunda
renovación
dentro del campo del management y,
también, de una expansión y consolidación de lo
que se conoce nueva cultura psicológica
(Gonnet, J P. 2013;
Castel, R. 1984). Sus empresas y escuelas están entre las
primeras que se
proponen profesionalizar la práctica del coaching
y su campo de acción se extiende principalmente a
latinoamérica, donde
Argentina es uno de los países con mayor incidencia, aunque
también operan en
EUA, España, Australia y más recientemente en Francia
(Jacky Rosell, E. 2021,
35). Entre las diferentes y muchas variantes de coaching,
esta le interesa a nuestro grupo de investigación por la
riqueza de su genealogía latinoamericana, por su carácter
pionero en el campo
del coaching y por su singularidad
estrictamente filosófica. Como lo indica la rareza de su nombre,
esta
disciplina pliega el objetivo de disolver los obstáculos que se
presentan a
equipos y/o individuos para alcanzar mayores rendimientos (coaching)
al problema de la modificación de su propia existencia, su
manera de ser, su alma, su estructura de coherencia (ontología) (Echeverría,
R. 2007, 217).
La tesis o supuesto fundamental es que solo se alcanzan los resultados
esperados,
no trabajando sobre las estrategias o repertorios de acción,
sino transformando
la estructura de existencia, la manera de ser de individuos y grupos,
es decir,
alterando la definición que tienen de sí mismos,
modificando su identidad,
obrando una radical transformación de sí. Debe tenerse en
cuenta que este saber
articula perspectivas filosóficas de alta complejidad con
diversas técnicas de
intervención sobre dimensiones corporales, emocionales y
lingüísticas. Los
pilares de su matriz teórica están formados por la
ontología fundamental
heideggeriana de Ser y Tiempo, la
teoría de los speech acts en la línea
de Searle y la biología del conocimiento de Humberto Maturana
(Alvaro, D. 2021,
55-70). De acuerdo a nuestros avances puede identificarse un canon
fundador de
la disciplina, compuesto por cuatro obras. Abre la serie el trabajo
doctoral de
Fernando Flores, Management and
Communication in the Office of the Future (1982) con su
traducción Inventando la empresa del siglo XXI (1989).
Continúa el libro de Flores con Terry Winnograd, Understanding
Computers and Cognition: A New Foundation for Design (1987)
y su traducción Hacia la comprensión de
la informática y la cognición, (1989). En la
próxima década aparece la
publicación conjunta de Rafael Echeverría y Julio Olalla,
El arte del coaching ontológico. Parte I y II
(1992). Finalmente,
concluye la serie el libro fundamental de Echeverría, Ontología del lenguaje (1994)
[2]
.
3. Nuestra investigación sostiene que el exilio se
encuentra en el
origen del coaching ontológico. Esto
quiere decir que para que la disciplina fuera inventada resultó
necesaria una
experiencia exiliar determinada. Pero esto también significa que
esa
experiencia impactó y estructuró aspectos inherentes a la
misma. En especial,
es una condición de su rasgo multifacético. Por ello
entiendo su capacidad, en
tanto objeto de conocimiento, para abrirnos al tejido de un conjunto de
historias y lugares heterogéneos que encuentro sumamente
significativos para
problematizar nuestro presente. Lo sintetizan dos nombres: Santiago y
California. Se trata del itinerario de los fundadores, Flores, Olalla y
Echeverría, intelectuales chilenos comprometidos con el proyecto
socialista de la
Unidad Popular en importantes cargos de gobierno en el Estado y la
universidad
que, tras el golpe, y por recorridos diferentes, emigran forzadamente a
la
costa oeste. Esta trayectoria conecta dos geografías
históricas decisivas para
entender el nacimiento de formas de neoliberalismo que hoy
experimentamos con
particular intensidad. Por un lado, es ese doble Santiago de la
“vía chilena al
socialismo” y del golpe de Estado: el laboratorio para la
formulación de
proyectos y discusiones libertarias de vanguardia en América
Latina y el
laboratorio neoliberal, sitio del asesinato político, el
destierro y la
introducción autoritaria del programa político y
económico de la Escuela de Chicago
(Nercesian, I. 2011, 8-13).
Por otro lado, aparecen los laboratorios californianos y sus escenas
que van de
fines de los 70 a mediados de los 90. Esto involucra los sitios en los
que se
forja la revolución informática y comunicacional
(Galliano, A. 2020, 25-28;
Sadin, E. 2018, 19-26, 49-69) y los ámbitos en los que se
cultiva una amplia
gama de técnicas psicoterapéuticas y espirituales que
hunden sus raíces en
diversos movimientos del siglo XX en Estados Unidos (Castel, F. Castel,
R,
Lovell, A. 1980, 251-268; Illouz, E. 2007, 35-40, 103-104; Cabanas
Díaz, E.
2013, 99-109). Entre estas coordenadas se despliega una serie de
espacios de
experimentación política, conceptual y tecnológica
entre las que podemos contar
ámbitos gubernamentales estatales, universitarios, empresariales
y también
terapéuticos.
Me limitaré a mencionar
dos de estos
espacios por la cantidad de relaciones que condensan. Uno es el
ambicioso
proyecto de gestión informatizada de la producción
dirigido por Flores desde
CORFO y planificado por un equipo de técnicos y
diseñadores chilenos y
británicos entre 1971 y el golpe de Estado. El proyecto Synco o Cybersin fue una
especie de proto-internet socialista que se proponía establecer
un nuevo
sistema tecnológico que permitiera hacer frente a los problemas
suscitados por
el rápido proceso de nacionalización de la industria que
el gobierno de
Salvador Allende intenta en ese entonces. La sigla “Synco”
es una abreviación
de “Sistema de Información y Control”. La
versión en inglés, “Cybersin”,
proviene de la síntesis de dos conceptos rectores del proyecto:
cibernética y sinergia.
Este ambicioso proyecto
buscaba ofrecerle al gobierno un control en tiempo real de la
economía, darle
la posibilidad de identificar crisis antes de que estas ocurrieran e,
incluso,
generar a futuro un impacto en el conjunto de las relaciones sociales,
en la
medida en que, tendencialmente, su funcionamiento implicaría la
modificación y
ampliación de la participación de los trabajadores en la
administración de su
propia labor (Medina, E. 2011) Lo que aporta Synco a
esta genealogía es la verificación de una procedencia
vinculada a la cibernética y al espacio gubernamental del
Estado. De aquí viene
la aguda comprensión técnica y sociológica del
fenómeno de las redes y la
comunicación que posee el coaching ontológico,
junto a un temprano anudamiento con las políticas
gubernamentales, lo cual
vuelve comprensible en parte cómo pueden insertarse en su matriz
teórica los
desarrollos de la biología del conocimiento de Humberto Maturana
y de qué
manera en sus cálculos nunca está ausente la
intervención en la administración
pública del Estado. En este sentido es, me parece que no es
casual que Synco y el trabajo de Flores aparezca en
algunas perspectivas críticas actuales sobre la episteme
característica del
capitalismo contemporáneo, aunque en ninguna de ellas figure la
conexión
directa con el coaching ontológico o
con prácticas similares (Avanessian, A. 2021, 42; Rodriguez, P.
E. 2019, 154;
Comité Invisible 2014, 116).
Otro espacio de
experimentación digno de
atención es el dominio académico. Las condiciones de
posibilidad de nuestra
disciplina son también las redes académicas entre las
universidades chilenas y
estadounidenses. En especial, la Universidad Católica de Chile y
las
universidades de Stanford y Berkeley. Las universidades cumplen
aquí un
múltiple papel: son ámbito de formación y
desarrollo profesional, sede de
experiencias políticas decisivas, lugar de refugio y asilo en
tiempos de
persecución y exilio y sitio de invenciones teóricas y
técnicas. Por una parte,
Flores y Echeverría se conocen entre sí en la universidad
y allí ingresan a la
vida política a través del movimiento estudiantil y luego
del partido político
MAPU. Por otra, la armazón teórica del coaching
ontológico se hace posible
entre el departamento de computación de la Stanford y el
doctorado en filosofía
del lenguaje de la universidad de Berkeley. Es a través de sus
relaciones con
Terry Winograd, Hubert. L Dreyfus y John Searle que Flores arriba a la
mezcla
extraña de filosofía continental, teoría de los speech acts y cibernética que le permitirá
intervenir teóricamente
en el campo del management y de la informática, establecer
principios de diseño
de software y de prácticas para la
gestión del trabajo (coaching). Es
preciso tener en cuenta, además, que la relación de las
universidades de California
y Chile puede interpretarse en el marco más amplio de los
vínculos de
cooperación económica, formación profesional e
intercambio académico que se
desarrollan entre el Estado de California y el Estado de Chile, como
parte de
los programas que Estados Unidos destina, en el contexto de la Guerra
Fría, a
contrarrestar la avanzada de los movimientos populares insurreccionales
en
Latinoamérica. Este es un antecedente insoslayable para entender
el modo en que
Flores logra salir de su encarcelamiento político por gestiones
de la
universidad de Stanford y Amnesty Internacional con una beca para
estudiar en
el departamento de computación y ciencia de dicha universidad
(Flores, F.
2017). Cuando atendemos a este lado del poliedro vemos que nuestro
objeto tiene
un compromiso profundo con el trabajo académico. Su misma
estructura de saber
es, contra lo que se puede suponer en un primer momento, producto del
ámbito
universitario.
Pero entre Santiago y
California el exilio
habilita a pensar en un destierro que funciona en el plano del
pensamiento. En
la dimensión académica se registra un desplazamiento de
la perspectiva marxista
hacia la filosofía pragmática del lenguaje y la
ontología fundamental
heideggeriana (Echeverría, R. y Warnken, C. 2006, 72-76).
También hay un
movimiento disciplinar que va de la administración, la
ingeniería y la
sociología hacia la filosofía. Así es como
Echeverría puede pensarse como un
sociólogo exiliado hacia las comarcas de la filosofía o
podemos seguir el
recorrido de Flores como un ingeniero que incursiona en los dominios de
la
filosofía del lenguaje
(Echeverría, R. 2005, 13; Flores, F. 2017). Al mismo
tiempo, se produce
una mutación ideológica desde posiciones
ideológicas de izquierda hacia un
conjunto de valores neoliberales que pertenecerían al campo de
lo que se
identifica como nuevas derechas. Esto se puede captar en diferentes
momentos
del discurso de los fundadores y puede ser percibido como una
irrupción de la
historia política latinoamericana en el discurso del coaching
ontológico, es decir, no como una parte anecdótica, sino
a
la manera de una pieza operante en su estrategia argumental y un rasgo
que
define parte de su singularidad. Creo que lo importante aquí es
cómo en el
origen se sitúa un acontecimiento histórico
traumático que altera la identidad
política de los fundadores de un modo radical y que funciona
como el primer
testimonio de una transformación que resulta análoga a la
que se genera en el
corazón del entrenamiento ontológico y que puede
advertirse en el complejo concepto
de quiebre. Esta noción proviene
perspectiva heideggeriana sobre el ser del útil y el mundo
circundante y es
modulada por Flores para pensar los momentos de crisis en las
organizaciones,
cuando ocurren interrupciones, fallas, problemas, anomalías que
desbaratan el
curso regular de un hacer determinado y permiten advertir el amplio
conjunto de
relaciones prácticas y técnicas en el seno de las cuales
funciona (Flores, F.
1984, 34-35; 1989, 73-74). Sin embargo, el quiebre
es también la instancia crítica y extática en
la cual lxs coacheados
manifiestan su problema, dificultad, falla y se abren a la posibilidad
de
transformación personal (Olalla, J. 2018). Las sentidas
alusiones de Flores,
Olalla y Echeverría al dramático pasado político
chileno y a su participación
en los acontecimientos que culminan con su persecusión y exilio
poseerían una
función bastante clara: dan razón de las preocupaciones
fundamentales de la
disciplina, afectan su legitimidad de origen y dan lugar a
posicionamientos
políticos determinados. La hipótesis es que allí
se origina y toma fuerza la
voluntad de transformación profunda de la realidad del coaching ontológico, su intención de
desplegarse en las estructuras
que organizan la visa social y política en todos los niveles de
la existencia.
En la experiencia de exilio, su dolor y las oportunidades que
abrió, se asienta
la posibilidad de dar al concepto de quiebre
de una densidad vivencial e histórica, le permite al coaching ontológico ser un arte que nace a
través de los
sufrimientos y las conversiones concretas y fechadas de sus fundadores,
de allí
extrae saber y autoridad
[3]
.
4. Entre los documentos disponibles para apreciar el modo de
operar del
coaching ontológico y su
desembocadura en las aguas de las nuevas derechas se encuentra la
intervención
de Echeverría en el 53° Coloquio del Instituto para el
Desarrollo Empresarial
de la Argentina (IDEA), celebrado en octubre de 2017. El caso es
significativo
porque expone una nítida convergencia entre la perspectiva del coaching ontológico, la propuesta del
coloquio empresarial y el discurso de los principales referentes de la
alianza
de centroderecha que en ese momento gobierna la Argentina. El coloquio
que se
llamó “Transformándonos” y contó con
títulos como “Conversaciones que
transforman: una charla con María Eugenia Vidal”,
“La Argentina hacia adelante”
y “Surfeando la ola del cambio”. Lo primero a tenerse en
cuenta es que el
concepto de transformación adquiere en este escenario un sentido
específico. Por una parte, alude a una
mutación
que afecta a la sociedad entera: todos los actores sociales y todas las
esferas
de actividad se ven involucradas en su movimiento. El término
clave que repiten
aquí los participantes es el de “cambio cultural”.
Por otra parte, la
transformación se piensa como un “proceso interno”,
un movimiento que va de
“adentro hacia afuera” y que es —son todas palabras
del presidente de IDEA,
Javier Goñi— lo que se necesita para “contagiar con
pasión a los demás”. De
aquí que la primera y principal plataforma del encuentro se
llame “Uno mismo”.
Según Gastón Remy, presidente del 53° Coloquio,
“la esencia misma es la
transformación desde nosotros mismos”. El objetivo es
“ir a ese punto bien
reflexivo, profundo… poner en cuestión nuestras propias
miradas, nuestro propio
sesgo, nuestras propias interpretaciones, ese lugar donde nacen
nuestras
propias acciones”. La impronta testimonial y emotiva del coloquio
se vincula
con esta dimensión “interna”. Aquí caben,
-para tomar solo dos ejemplos- la
invitación de Vidal a practicar una escucha de sí y de
los demás “desde el
corazón y no desde la cabeza” o las reflexiones de
Mauricio Macri sobre su
trayectoria de vida y sobre el aprendizaje como “solución
para ser eternamente
joven”. Finalmente, la transformación o el cambio cultural
revela un doble
aspecto. Se presenta como un dato indiscutible de la realidad y, al
mismo
tiempo, como algo que es necesario hacer realidad. Una especie de nueva
o
reeditada Ilustración. Una revolución inexorable y un
imperativo ético-político
a “participar” en ella, a ser “protagonistas”
de la aventura. La imagen
convocada con insistencia en este punto es la del “surfeo de la
ola”
[4]
. Es necesario retener que la participación se
piensa bajo la forma
de salida o abandono de un estado de fracaso y que este fracaso, a su
vez, se
asocia al tiempo pasado y a una política que
“divide” y alimenta “rencores” y
“traumas”. Marcos Peña lo resume en una serie de
fórmulas contrapuestas, de
carácter simple y contundente. “Enamorarnos de lo que
podemos hacer, no de
aquello que nos frustró en el pasado”. En contra de la
“obsesión de analizar la
coyuntura desde el pasado”, de la “lógica
reivindicativa”, del “verso de la
justicia social” y del “delirio mesiánico” se
afirma: “obsesión por construir del
hoy para adelante”, “lógica aspiracional”,
“capacidad emprendedora del pueblo”
y “conversación permanente” con los ciudadanos,
verdaderos “jefes” y
“protagonistas” a los que la política debe su
“servicio”. En términos de Goñi
la transformación apunta a “sacarnos el estigma del
fracaso colectivo como
sociedad”. Si la pobreza opera en este discurso como indicador
privilegiado del
fracaso, las razones de este deben buscarse en una política
asociada al pasado
y a la división.
Este contexto parece armado a
medida del coaching ontológico o viceversa. La
presentación de Echeverría, titulada “Desde uno
mismo”, puede servir para
ilustrar la curiosa operación que efectúa la disciplina
que dota a la noción de
transformación de una conceptualidad sociológica y
filosófica radical y es
capaz al mismo tiempo de ofrecer herramientas prácticas para
afrontar/producir
la transformación. Sería muy interesante, en este aspecto
particular,
contrastar la intervención de Echeverría con la que
brinda el filósofo
argentino Darío Sztajnzrajber al año siguiente en el
mismo Coloquio IDEA
(Sztajnzrajber, D. 2018). Puesto que, mientras el segundo toma como
punto de
partida la evidencia de que la filosofía sería un
lenguaje extranjero al ámbito
empresarial del coloquio, el primero asume exactamente la evidencia
contraria
al poner como clave de la transformación a “nuestra manera
de ser” y hablar
explícitamente en términos ontológicos.
Bajo el eslogan de “el
cambio cambió”, el
sociólogo-filósofo chileno señala, en primer
lugar, que el cambio cultural es
la producción de una incertidumbre radical generada por la
revolución de las
tecnologías de la información y la comunicación.
Es un movimiento que destruye
toda concepción progresiva, lineal y acumulativa de
transformación, poniendo en
cuestión el paradigma racionalista y sus categorías
esenciales e impidiendo
anticipar el futuro. En segundo lugar, advierte sobre la
implicación social de
la transformación tecnológica: lo que se modifican son
los modos de hacer sentido
con otros, son nuestras relaciones sociales, nuestras prácticas
y no algo
simplemente técnico. Se trata de una visión compleja y
relacional de la
tecnología que permite entender que los nuevos medios
tecnológicos son
indisociables de nuevas posibilidades prácticas y de la
producción de nuevas
formas de relaciones sociales. En tercer lugar, indica que lo que
está en
juego, sin embargo, es algo todavía más radical: lo que
se ve afectado con la
transformación es la misma definición y estructura
antropológica del ser
humano, es su constitución ontológica la que se encuentra
en tren de
modificarse, en los niveles de la estructura profunda de la
personalidad y de
los sistemas sociales. Este diagnóstico, y el tono
dramático en que se lo
anuncia, apunta sobre todo a mostrar que no se está respondiendo
adecuadamente,
pues “las transformaciones nos avasallan frente a la ola de
obsolescencia que
producen las tecnologías en varios campos” El fracaso y su
temporalidad
correspondiente, el pasado, adquieren aquí estatus
filosófico con el concepto
de obsolescencia ontológica:
Hay una forma de obsolescencia
fundamental...nuestra forma de ser no está dando la talla... La
principal
obsolescencia no es puntual, la obsolescencia mayor tiene que ver con
nosotros
mismos: no estamos dando la marca, nuestras formas de ser quedan
obsoletas.
(Echeverría, R. 2017)
El recurso a la
ontología parece ser el
punto clave, el transportador e intercambiador que permite al discurso
dirigirse al mismo tiempo al empresariado, al mundo político, al
ámbito
educativo, familiar, sexo-afectivo, etc., para constatar que los
resultados son
insuficientes, que no se logra el tipo de relaciones que se desea,
justamente,
porque nuestra forma de ser es obsoleta. Sin embargo, la salida de esta
situación está dada por una serie de competencias que no
envejecen y nos
permiten aprender continuamente. Estas son lo que llama competencias
conversacionales, entre las cuales se destaca la escucha.
Estas competencias son
genéricas, es decir que pertenecen a los seres humanos en tanto
tales y es a
partir de ellas que podemos operar para conseguir los resultados
buscados. El
espacio de trabajo es, como ya mencionamos arriba, no la
dimensión de la
acción, sino la del observador de la acción, es decir, el
núcleo duro de nuestra
personalidad, el conjunto de juicios a partir de los cuales no se
representa la
realidad, sino que se la crea (esta es su versión del giro
lingüístico).
Cabe no dejar de lado un
último elemento de
la presentación que es la valoración sobre los
países latinoamericanos y, en
especial, sobre la situación argentina del momento. Según
la óptica del
presidente de Newfield Consulting
[5]
, los sistemas latinoamericanos son retardatarios para la
transformación. Pobreza, corrupción, falta de
transparencia son algunos de los
indicadores de un fracaso que bloquea los caminos para un desarrollo
basado en
la propia iniciativa emprendedora. Consecuencia de esto son la
“resignación” y
la “demasiado tentadora opción de que el Estado provea lo
que hace falta”. Sin
embargo, le resulta evidente que la modificación del sistema no
puede venir del
Estado, ni de la política sino de “la palanca fundamental
de la transformación
histórica” que constituye el empresariado. Es entonces
cuando Echeverría
observa el caso argentino y “se llena de esperanza”.
“Viniendo de afuera,
durante el trayecto uno escucha una y otra vez: algo muy importante
está
pasando en la Argentina. Por lo tanto, estar aquí, representa
para mí un
privilegio, un honor”. ¿Qué es lo que concretamente
está percibiendo ese 12 de
octubre de 2017? Lo sabemos por una entrevista ofrecida para la
ocasión,
publicada unos días más tarde. Allí leemos:
“el argentino resistió las penurias
de los meses pasados por la esperanza puesta en el futuro. Esto
sirvió mucho y
afortunadamente creo que ya comienza a verse que hay un giro, un cambio
importante” (Echeverría, 2017). Los acontecimientos del
año 2017 tienen una
singular importancia en el calendario de la memoria política
argentina. Su
tiempo registra una radicalización de la conflictividad social
hecha sensible
en las primeras movilizaciones masivas contra las políticas de
Cambiemos. Es
también el momento —especialmente durante los meses que
van de agosto a
diciembre— en el cual el gobierno de los CEOs muestra su cara
más cruel. Su
posición adversa a la protesta social se materializa en
múltiples casos de
represión ilegal y en una defensa agresiva de este accionar,
inédita desde la
vuelta a la democracia, por parte de los más altos funcionarios
del poder
ejecutivo de la nación (CELS, 2017). En los meses de ese
año que quedarán
marcados a fuego por los nombres de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel,
Echeverría percibe los hechos en términos de
“esperanza puesta en el futuro” y
siente por ello “privilegio y honor”. Tal es el modo en que
la perspectiva del
padre fundador del coaching ontológico
converge con la derecha argentina en el gobierno.
5. Esto puede examinarse, sin dudas, de un modo mucho
más exhaustivo y
pormenorizando en su estricta correspondencia con los principios
teóricos y
metodológicos de la disciplina, tal como se formulan en su
discurso fundador.
Es lo realizado en nuestro trabajo Vidas
diseñadas. Mi intención en estas páginas es
acercar algunas muestras de la
convergencia entre el discurso del coaching
ontológico y el de ciertas derechas e indicar como la
perspectiva del
exilio brinda pistas valiosas para ello. Siguiendo las investigaciones
de
Giordano (2014; 2017; 2019), Morresi (2008; 2015) y Vommaro (2014;
2017) entre
otros, podemos establecer que la orientación política del
coaching ontológico no se identifica con las
opciones extremas del
campo de las derechas, sean estas nuevas o viejas, sino con posiciones
centristas. Esta posición de “centroderecha”, o de
las “nuevas derechas” que
emergen tras la obturación parcial de las vías
autoritarias de conquista y
gestión del poder en América Latina, se asocia a una
serie de componentes
interconectados que definen un estilo político que, en primer
término, valora
desde los años 80 a la democracia representativa como modo de
instrumentación
de políticas neoliberales. Debemos notar que la proveniencia
socialista y la
experiencia de exilio hacia California marca al coaching ontológico
con una concepción diferente a la de los Chicago
Boys, una postura netamente
refractaria a formas dictatoriales de ejercicio del poder
político. Este rasgo
democrático-liberal debe ser enmarcado en los procesos desatados
por la
transición democrática en Chile. Su estudio podría
profundizarse en atención a
lo que Tomás Moulián ha llamado
“transformismo” —el complejo armado jurídico y
político de una “democracia protegida” para asegurar
la reproducción del
régimen sociopolítico instalado por la dictadura— y
a la incidencia que la
dimensión internacional (en este caso la conexión con
Estado Unidos y California)
pudo haber tenido en la renovación del campo socialista chileno
y la paulatina
asimilación de algunas de sus franjas al programa neoliberal
(Gaudichaud, 2014;
Perry Fauré, 2020).
En segundo término, es
necesario notar que
esta perspectiva de centro derecha entiende a la democracia en un
sentido
dialoguista en pos de soluciones eficaces y no como un régimen
basado en el
disenso. En este sentido, su posición se declara más
allá de etiquetas
partidarias y la lucha ideológica y es crítica de la
política tradicional, a la
que concibe como un espacio viciado por malas prácticas, siendo
cuestión de la
corrupción su tópico preferencial. Teniendo en cuenta la
presentación de
Echeverría en IDEA y también los antecedentes
genealógicos revisados, la tesis
aquí es que las elaboraciones teóricas y procedimentales
que desarrolla el coaching ontológico forman un
corpus teórico y práctico que
conceptualiza y operativiza muchos de los eslóganes y
términos clave de las
nuevas derechas, permitiendo así densificar y dotar de
contenidos específicos a
las prácticas de una democracia consensual y
posideológica. A través de su
prisma, la política se percibe como un arte dedicado a abrir
conversaciones
para coordinar compromisos de acción y generar organizaciones.
Este concepto
técnico de conversación conlleva un
entendimiento performático del lenguaje que contempla
dimensiones emocionales y
corporales y que encuentra su pertinencia y urgencia movilizadora en la
problemática del “cambio cultural”. Retengamos, por
lo demás que este concepto
y el de “batalla cultural” denotan una clara
intención de intervenir en la
creación de símbolos y significaciones que inciden en el
sentido común y
construyen hegemonía, lo cual es correlativo a la especial
atención a las
nuevas tecnologías de comunicación e información y
también a la generación de
alianzas con medios masivos de comunicación.
Por último, se encuentra
el rasgo de
confrontación con el igualitarismo. A diferencia de lo anterior,
aquí se marca
una nítida continuidad con las derechas tradicionales y
radicales. Esto puede
ser identificado en el rechazo a la idea de justicia social, el
desplazamiento
de cuestión la desigualdad por el de la lucha contra la pobreza
y en la
promoción de lógicas aspiracionales y
meritocráticas ligadas a figuras de
liderazgo emprendedor. En este punto es quizás donde la
problemática del exilio
pueda aportarnos una de sus líneas hermenéuticas
más interesantes. Según esto
el coaching ontológico exhibiría una
forma de combate al igualitarismo por vía de la
recuperación y sostenimiento
del motivo revolucionario de la transformación humana, pero
vaciado de los
efectos anarquizantes que su problematización genera, es decir,
rechazando el
conjunto de paradojas que abren prácticas de igualdad y
libertad, tales como
las producidas por la experiencia socialista chilena de los 70, por las
estrategias contraculturales de California en los 60 o, en nuestros
días, por
los movimientos estudiantiles y feministas del “estallido de
Chile”. Lo
cautivante es la radicalidad que esta proveniencia revolucionaria
trasladaría a
una gubernamentalidad neoliberal. En efecto, la política del coaching ontológico despliega
literalmente esa apuesta del neoliberalismo por “la forma de
nuestra
existencia, o sea, el modo en que nos vemos llevados a comportarnos, a
relacionarnos con los demás y con nosotros mismos.”
(Dardot & Laval, 2013:
14).
6. En suma, la estructura de la hipótesis compartida
en este ensayo
sostiene que una clave para entender la relación de nuestro
objeto con cierta
política de derecha, pasa en gran medida por su condición
exiliar. Esta
condición nos muestra un desplazamiento que en términos
políticos va desde el
ideario socialista a posiciones de centroderecha y que
arrastraría ambiguamente
el motivo revolucionario y moderno de la transformación humana
reconvertido por
una tecnología discursiva y práctica con una nada
despreciable capacidad de
lectura de los procesos sociales contemporáneos a través
de conceptos y
técnicas que son específicos y de los cuales he dado
apenas una pequeña
muestra. Es en este sentido que me interesa pensarla en términos
de una
filosofía práctica latinoamericana de derecha. Sin
embargo, la pregunta que
abre nuestra investigación, jugando con todas complejidades del
destierro, es
por las las formas específicas en que la crisis-exilio del
experimento
socialista deriva hacia una política optimista del cambio que se
materializa en
el coaching ontológico. Retomando libremente las reflexiones que
Jean-Luc Nancy
dedica al tema: ¿podrá verse aquí algo del orden
de una “dialéctica del
exilio”, es decir, de una utilización de la negatividad
del exilio como motor
para una reapropiación, un regreso a la propia identidad (Nancy,
1996), a una
forma de identidad que correspondería a cierta forma moderna de
humanismo
tecno-científico y a una concepción futurista del tiempo
ligado a este? Otra
posibilidad de la “dialéctica del exilio”
podría ser pensar en términos de una
desapropiación radical, un viaje sin retorno donde lo exiliado
sería la
política misma, es decir, el abandono de las paradojas de la
igualdad y sus
aperturas radicalmente inconmensurables en reemplazo por las
jerarquías del
cambio cultural y la vida emprendedora. Desde esta perspectiva, y
teniendo en
cuenta lo desarrollado más arriba, podrían formularse dos
interrogaciones sobre
el concepto de derechas y nuevas derechas. Me pregunto si el caso del coaching ontológico podría servir para
pensar la posibilidad de mantener el apelativo de “nuevo”
para ciertas derechas
cuyos discursos están vectorizados hacia el futuro y tienen
siempre una visión
negativa del pasado, como el tiempo del fracaso y el atraso. Sin lugar
a dudas,
estas posiciones ya no son lo nuevo, a la vista de las últimas
emergencias más
radicales y neofascistas, si bien es cierto se pueden registrar varias
resonancias coloniales en su discurso, pues la figura del emprendedor
hace
reverberar a veces al personaje del conquistador: la clara
insensibilidad de la
intervención de Echeverría el mismo 12 de octubre da una
pequeña y sintomática prueba
de esto. Por último, pienso si desde la problemática del
exilio y sus
conversiones no se desplazaría la pregunta por la identidad de
las “derechas”
hacia lo que podría llamarse procesos, devenires o derivas de
derechización.
Quizás políticamente podría ser más
interesante antes que identificar las
derechas, pensar como las izquierdas devienen derechas y viceversa.
Podría
trabajarse esto con y contra, más acá o más
allá de las figuras conceptuales y
literarias de vidas de derecha, fascistas, revolucionarias, infames y
otras.
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[1]
Tal es al menos una de las hipótesis abiertas por
el trabajo de
escritura investigativa que iniciamos en el 2020 en el sendo de nuestro
Grupo
de Estudios sobre Problemas Sociales y Filosóficos y
(GEPSyF-IIGG) y que se
materializó en la publicación del libro Vidas
diseñadas. Crítica del coaching ontológico (Alvaro,
D. 2021). El presente
ensayo es una variación, tanto ampliación como
comentario, del primer y último
capítulo de este trabajo.
[2]
Para una justificación metodológica de lo
que entiendo por
“discurso fundador” ver Jacky Rosell (2021, 39).
[3]
Tal vez no haya mejor ejemplo de esto que el final del
documental ¿Qué es el ser humano? Una mirada
desde la
ontología del lenguaje (Echeverría, 2010).
[4]
La metáfora del surfeo de la ola es
típicamente neoliberal. Es
notable como los movimientos feministas de los últimos
años supieron
contraponerle la metáfora de la marea: otra
“geografía acuática” inspirada en
Rosa Luxemburgo (Gago 2018, 17-18). Sobre la idea “surfear la
ola” se puede
consultar Flores (2013).
[5]
Como mencioné anteriormente, existe en la
formación del coaching
ontológico una veta netamente empresarial. En este sentido, cabe
mencionar que
los fundadores son padres de una disciplina y, al mismo tiempo,
líderes de
empresas familiares. Solo para mencionar las firmas más
emblemáticas de
Echeverría, Olalla y Flores respectivamente: Newfield
Consulting, Newfield Network,
Pluralistic Network.