Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 26 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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.
Caliban's Women
Luis Adrián Mora
Rodríguez
Universidad de Costa Rica, Costa Rica.
Recibido: 28-03-2023
Aceptado: 10-05-2023
Resumen. Este artículo busca
posicionarse voluntariamente al margen del
personaje de Calibán. Dicho margen es el espacio analítico a través del cual se
pueden pensar el silenciamiento y la tensión en torno a las figuras femeninas
relativas al personaje shakesperiano. En efecto, el discurso crítico
latinoamericano parece haber dejado de lado, como elementos centrales de la
propuesta anticolonial, a las que podríamos llamar “mujeres de Calibán”. Este
texto analiza dichas figuras y su funcionamiento crítico, busca darles entonces
un lugar a partir del cual se evidencie el “sistema de sentido” (Wynter, S.
1990) que se manifiesta a través de La
Tempestad. En las líneas que siguen estudiaremos la figura ausente de “la
mujer de Calibán”, para luego subrayar el potencial liberador y crítico de su
madre, Sycorax.
Palabras clave. Sycorax, Calibán,
brujería, decolonialidad.
La literatura en torno a la figura de
Calibán es central en el debate latinoamericano sobre la identidad. Los textos
de Rodó (Rodó, J. 1993) y de Fernández Retamar (Fernández, R. 2000) se
presentan como un marco a partir del cual se mueven los debates. En efecto,
desde el siglo XIX, la figura de Calibán fue retomada por Darío para
reflexionar sobre las diferencias culturales del continente y establecer una
separación entre nuestro legado histórico (imaginado como “latino”) y la
cultura anglosajona norteamericana que mostraba ya su impronta violenta e
imperial (Darío, R. 1998). El modernismo latinoamericano se acercó, a la figura
de Ariel como elemento fundamental y definitivo de nuestra cultura -herencia de
la civilización greco-latina- contrariamente a lo que se veía como amenaza
destructiva, terrenal y materialista de la civilización anglosajona, asociada a
Calibán (Jáuregui, C. 1998).
Por otro lado, la tradición crítica
caribeña hizo suya la figura de Calibán, tanto en su vertiente anglófona
(Lamming, G. 1992) como en su versión francófona (Césaire, A. 1969). Esta vez
con la intención de subrayar la situación colonial y denunciar la expoliación
histórica que vivieron los y las habitantes de dichas islas. Es claro entonces
que el texto shakesperiano es un centro de tensión en torno a la discusión
sobre el colonialismo, la esclavitud, la identidad americana y la definición de
lo humano. Ahora bien, dentro de este magma de sentidos e interpretaciones, la
figura de Calibán es siempre analizada en su dimensión individual.
El enfrentamiento entre Calibán y Próspero pareciera ser un
enfrentamiento entre dos individuos hombres. Sin embargo, Próspero tiene una
historia familiar que encarna Miranda, de manera concreta, así como la madre de
ésta que no aparece en la obra. Además, son las tensiones familiares de
Próspero, con su hermano, Antonio, las que lo han despojado de su poder y
rango. Estas relaciones filiales le dan sentido a la obra y estructuran la
trama. Frente a ellas, Calibán representa un obstáculo y un peligro pues se le
acusa de intentar violar a Miranda y querer llenar la isla de sus hijos. Sin
embargo, sus lazos filiales y sus relaciones parecen no existir o ubicarse en
un pasado remoto que no afecta la trama.
Esta especie de negación sobre los
lazos filiales de Calibán es significativa. Se trata de un silencio parcial
puesto que alrededor de Calibán existen mujeres que explican su situación de
dominación y explicitan el contexto imperial que envuelve la obra. Sin embargo,
las readaptaciones de La Tempestad que buscan problematizar su
esquema colonial, han hecho perdurar la misma invisibilización de la figura
femenina. En efecto, como lo señala Irene Lara (2007), en el texto de Césaire, Une tempête (1969), el autor privilegia
la perspectiva colonial por sobre el análisis del patriarcado. Así por ejemplo,
la figura de Miranda en su rol de educadora
que enseña el lenguaje a Calibán es completamente minimizada, pues su única
preocupación es su matrimonio con Fernando (Lara, I. 2007, 87). Además, es
el personaje de Eshu quien se yergue como contraparte mágica de Próspero. Eshu
es un demonio negro que amenaza a los blancos (hombres y mujeres) con su
pene-látigo. Césaire lo utiliza para ridiculizar el miedo sexual de los
colonizadores blancos y denunciar la hipersexualización del cuerpo de los
hombres negros. Sin embargo, tal y como lo lee Lara, este pene/látigo sigue
siendo un instrumento de castigo contra las mujeres (Lara, I. 2007, 88). Es un
poder sexual que si bien se presenta como contra-hegemónico, sigue dominando a
las mujeres. La tensión dramática está focalizada en la dupla
Calibán/Próspero.
¿Qué significa entonces este
silenciamiento en torno a las figuras femeninas ligadas a Calibán? Para tratar
de dar una respuesta a esta interrogante, abordaré algunas ideas que desarrolla
Sylvia Wynter en su Afterword a la antología Out of Kumbla Caribbean Women and Literature
(Boyce, C. y Savory, E. 1990, 355-372), para luego analizar la figura
esencial de Sycorax, madre de Calibán y elemento fundamental de la dialéctica
de liberación femenina y decolonial.
Para Sylvia Wynter, la comprensión de
la historia occidental puede definirse como la constitución progresiva de
sistemas de sentido que dominan una época, hasta que su propio “rigorismo
inmanente” (Wynter, S. 1990, Wynter, S. 2003) empuja a su transformación,
abriendo la posibilidad de que un nuevo sistema surja, con sus órdenes
jerárquicos, sus expresiones culturales, económicas y políticas. Así por
ejemplo, en el medioevo, la oposición cristiana entre seculares y religiosos
dominó las formas de explicación del mundo, ordenando el sentido y las
representaciones sociales a través de una referencia sobrenatural (Wynter, S.
2003). Ahora bien, la gran novedad introducida por el proceso de la llamada
“modernidad”, consistió en la secularización del mundo, generando una nueva episteme donde
la explicación
sobrenatural fue reemplazada, progresivamente y hasta su
consolidación en el
siglo XIX, por la centralidad de la ciencia y el surgimiento de la
categoría de
“Hombre”. Si bien, este nuevo sistema de sentido sigue
replicando la lógica anatómico-teleológica
del patriarcado y de sus órdenes jerárquicos, tiene la
particularidad de
introducir la noción de “raza”. Es decir, su
fundamento consiste en la
dominación política, económica y cultural,
dejando por fuera la referencia
sobrenatural (Wynter, S. 1990, 359; Wynter, S. 2003, 264-283).
Con el inicio del proceso colonial de
América, el sometimiento de los pueblos originarios (mal llamados “indios”) y
la importación masiva de esclavos africanos se consolida un proceso de
dominación basado en la separación entre, por un lado, un ser racional, que
domina sus sentidos y es autónomo, y por otro lado, seres irracionales,
inferiores, que se distinguen por su raza.
La introducción de la variable “raza” determina los sujetos a explotar y a
gobernar (Quijano, A. 2000). Esta noción establece una diferencia que radica en
la substancia natural o biológica, y que para Wynter no está encarnada
primariamente en la diferencia sexual macho/hembra que estructuraba las
culturas y sistemas religiosos previos. Por el contrario, la diferencia biológica introducida por la noción de
raza tiene como consecuencia la separación radical, en términos culturales y
fisiológicos, entre europeos y no europeos. Estos últimos serán entonces
estigmatizados como nativos (Wynter,
S. 1990, 358). Según la autora, la oposición central, a partir del siglo XVI
sería entre “hombres” y “nativos”, y perdería fuerza así, la tradicional
oposición entre “hombre” y “mujer”.
Además, Wynter afirma que la noción de raza cuyo pendiente
material es el cuerpo, ha servido para sostener dentro de este sistema de
sentido, la noción de causalidad. En efecto, el cuerpo racializado juega el rol de causa material que vehicula
determinaciones genéticas que explican el comportamiento humano, pero que
también prescriben una teleología (Wynter, S. 1990, 357), donde el cuerpo blanco como modelo impone el telos de la psicología y de la
sexualidad.
En este sentido, La
Tempestad es para Wynter el testimonio dramatúrgico de un cambio de época.
Se trata del mejor ejemplo de la primacía anatómica determinando una teleología
racial y cultural. En efecto, la obra es fundacional pues muestra cómo el
proceso de secularización que marca una nueva época tiende a valorar de manera
más consecuente la racialización que las relaciones entre hombre y mujer. Para
Wynter, esto resulta patente en el personaje de Miranda, hija de Próspero. La
subordinación de Calibán debajo de Miranda revela que la categoría de género
deviene menos importante que la de raza a raíz del proceso colonial
(358). Desde el punto de vista de la administración de jerarquías entre los
diferentes tipos de sujeto en la cadena de dominación, la colonización
subordina el discurso patriarcal al racial (Ibid.).
De esta forma, Calibán encarna un nuevo tipo de contra
modelo humano, cuyo ser está definido esencialmente por la irracionalidad y el
salvajismo (Ibid.). Calibán es el primer nativo.
Representa la producción de una otredad fisiológica monstruosa que permite,
por oposición, la afirmación del modelo del Hombre. De esta manera, Miranda,
gracias a su cercanía fisiológica y cultural con Próspero es ahora capaz de
racionalidad. Y puede convertirse, por lo tanto, en maestra o tutora de
Calibán, enseñándole, por ejemplo, a hablar la lengua del conquistador.
Según Wynter, la dominación de
Miranda sobre Calibán tiene como consecuencia un cambio en el rango jerárquico
de la primera. En efecto, Miranda se convierte en la única mujer de la isla y
por lo tanto impone su ideal de belleza y de virtud. Pero sobre todo, ella
deviene el único objeto racional de deseo. Es decir, es la única progenitora
potencial y legítima. Esta dinámica hace evidente el silenciamiento de las otras mujeres, o como las denomina
Wynter, las mujeres de Calibán. Así,
en su Afterword (1990) de la antología Out of Kumbla Caribbean Women and Literature
(Boyce, C y Savory, E. 1990), Wynter
parte de la reflexión de Luce Irigaray (1985) sobre el silencio de las mujeres
como suelo fundamental universal del discurso patriarcal para interesarse por
el silencio de las mujeres racializadas como suelo fundamental del feminismo
occidental (Wynter, S. 1990, 355). Dicha antología puede ser pensada a partir
de la perspectiva de las históricamente silenciadas mujeres racializadas, a
partir de las cuales se constituye el discurso moderno patriarcal-racista. Por
esta razón, regresar a La Tempestad se
vuelve necesario. En efecto, en ninguna parte de la obra dramática de
Shakespeare, la cual, como vimos, es una manifestación de la emergencia de las
primeras formas de secularización en el sistema de dominación occidental,
aparece la mujer de Calibán, y mucho menos como un sujeto que genere deseo
erótico.
Como bien lo muestra el desarrollo dramático de la obra,
Calibán es castigado por querer violar a Miranda y llenar la isla con su
descendencia:
PRÓSPERO
In mine own cell, till thou didst
seek to violate
The honor of my child.
Thou didst prevent me. I had peopled
else
This isle with Calibans. (Shakespeare,
W. 1611, 1. 2. 420)
Este intento y actitud sexual de Calibán pone de manifiesto
su carácter sensorial y apetitivo, despojado de razón. Carácter que contrasta
desde luego con las figuras de Próspero y del príncipe Fernando, quienes no
ceden a sus pulsiones y se rigen por su razón (Wynter, S. 1990, 361). La obra
da a entender que es necesario que se imponga un régimen de gobierno que
mantenga a Calibán a raya de los apetitos que él mismo es incapaz de controlar.
Negando al esclavo sus impulsos sensoriales de procreación se mantiene intacta
la buena naturaleza racial de los dominadores sobre la naturaleza vil de los
dominados (362).
Este control corporal y sexual sobre Calibán va de la mano
con la ausencia de una mujer que pueda ser asimilada a su raza, lo que Wynter llama “las mujeres de Calibán”. En efecto, esta
mujer racializada engendraría sujetos despojados de racionalidad, una raza
inferior que merece ser expropiada y reducida a su función de máquina de
trabajo, concebida como pura naturaleza sensorial (360). De esta manera, la
relación empírica entre humanos racionales y esta nueva categoría de
subhumanos, de naturaleza sensorial, lleva implícito el no deseo erótico de
Calibán por su ausente mujer, así como posicionamiento de Miranda como la única
mujer objeto de deseo.
En consecuencia, la ausencia de la mujer de Calibán
determina una ausencia ontológica, central para el nuevo sistema de sentido y
dominación secularizado, así como para la estructura de su discurso y su modo
narrativo (Wynter, S. 1990, 361). El sentido religioso es así desplazado, la
oposición teológica entre espíritu/carne da
lugar ahora, en el sistema humanista, a la oposición racionalidad/sensorialidad
lo que permite distinguir las diferentes razas (361-362). Además, dicha
ausencia es expresión del nuevo esquema secular desde el cual Europa legitima
su proceso de expansión global, reprimiendo a las que considera “razas
inferiores” y marginando a grupos poblacionales alrededor del globo. La
imposibilidad de que Calibán tenga lazos filiales significa que su estirpe no
merece reproducirse, que debe servir únicamente como alegoría de lo puramente
sensorial, pero además, hace aparecer de forma tajante la situación de la mujer
racializada dentro de este esquema de sentido.
Entonces, es preciso llevar la atención hacia esta lógica de
ausencia/presencia que marca la relación filial de Calibán. Si bien no existe
en el texto una “mujer de Calibán” como pareja amorosa o sexual, La Tempestad sí evoca a otra mujer, su
madre: Sycorax.
La primera alusión a Sycorax que se
hace en La Tempestad es cuando Próspero le recuerda
a Ariel que lo liberó de esta “bruja”, quien es descrita como “foul witch” (“bruja sucia”). Las
connotaciones de esta definición son en extremo negativas y remiten al mundo
neoplatónico predominante en la época shakespeariana que enlaza la “falta” con
la ausencia de belleza física y moral (Lara, I. 2007, 82).
Thou liest, malignant thing. Hast thou
forgot
The foul witch Sycorax, who with age
and envy
Was grown into a hoop? Hast thou forgot
her? (Shakespeare, 1611, 1. 2. 310)
Esta descripción se opone a la de Miranda, hija de Próspero,
de quien se dice que su belleza iguala su virtud (Shakespeare, 1611, 3. 1. 55,
en Lara, I. 2007, 83) y se postula, como lo vimos antes, como modelo ideal de
feminidad. Así se construye una oposición en el mundo de lo femenino, donde la
pureza, la belleza, y la posibilidad de engendrar se encuentran del lado de la
mujer europea.
En efecto, Próspero afirma que Sycorax es originaria de
Argel. La ubica entonces en África, de donde fue expulsada hacia la isla que es
escenario de la obra. Dicha expulsión -que pudo haberle costado la vida-
obedece a una persecución contra sus “hechicerías”. Es para alejarla de
aquellos que puedan escucharla y por lo tanto, seguirla, que Sycorax es
desterrada. Y en esta nueva tierra donde se refugia, es que da vida a Calibán.
Se trata entonces primero de su isla,
la cual será arrebatada por Próspero. Este, por su parte, nos recuerda que el
hechizo de Sycorax esclavizó a Ariel. Y que él, el gobernante ilustrado, debe
recordar esta situación todos los meses.
Once in a month recount what thou hast
been,
Which thou forget’st. (Shakespeare,
1611, 1. 2. 315)
Varios elementos merecen aquí nuestra atención. En primer
lugar, Sycorax es una mujer racializada, es decir que entra dentro del
imaginario de discriminación del cual la obra de Shakespeare es una
ilustración. Se puede incluso afirmar que su ausencia física en la obra, parte
de este supuesto de no representación. Su cuerpo racializado está solamente
presente en la piel de su hijo. Además, su definición como “bruja” es lo que la
empuja al exilio.
Ahora bien, la isla que le sirve de refugio y lugar de vida
va a ser expropiada por Próspero. Y esta expropiación se prolonga temporal y
simbólicamente, puesto que su memoria, es una memoria de humillación y de
inferiorización. En efecto, en el discurso de Próspero, Sycorax es reducida a
una “bruja sucia” o “bruja asquerosa”. Por lo tanto, se le asocian las
características negativas ligadas a la brujería en la Europa del siglo XVII y que
tienen que ver con un apetito sexual desenfrenado, pactos diabólicos e
infanticidios (Federici, 2010). Próspero sugiere incluso que las órdenes que
Sycorax le daba a Ariel tenían este carácter “terrenal” y por lo tanto,
“abominable” y sexual.
And for thou wast a spirit too
delicate
To act her earthy and abhorred commands
(Shakespeare, 1611, 1. 2. 325)
Tal y como lo señala Lara (2007, 82), los insultos y las
degradaciones con las cuales se califica a Sycorax, muestran claramente los
prejuicios de la época shakespeariana en torno a los imaginarios europeos
coloniales. Se va construyendo así, por oposición y descripción, la imagen de
la mujer colonizada. Esta imagen acerca a las mujeres que sufren la
colonización al ámbito de lo terrenal, de la suciedad y de lo instintivo. Se
establece entonces una relación entre espiritualidad, sexualidad, raza y
política en la modernidad temprana. Sycorax representa un símbolo de la forma
en que las mujeres racializadas vieron su poder sexual demonizado y reprimido
por la lógica patriarcal-colonial (83).
De manera paradójica, es Próspero quien cuenta la historia
de Sycorax. Como vimos anteriormente, se trata de una descripción negativa que
se enfoca en características propias del imaginario colonial y patriarcal que
se establece a lo largo de los siglos XVI y XVII (Federici, S. 2010, 304). Sin
embargo, Próspero admite el gran poder de esta “bruja”, quien lograba controlar
la luna y las mareas. El fuerte hechizo con el que Sycorax somete a Ariel, es
también prueba de su poder.
This misshapen knave,
His mother was a witch, and one so
strong
That could control the moon, make flows
and ebbs (Shakespeare, 1611, 5. 1. 325)
Estas informaciones permiten afirmar lo que Federici señala
con respecto al desplazamiento del poder femenino en la Europa renacentista. En
efecto, el poder de las mujeres, centrado en el conocimiento de los
procedimientos naturales, ligado a los ciclos de reproducción y de maternidad
va a ser desplazado por el conocimiento masculino. Próspero es el mago ideal,
cuyo saber es bien recibido por el poder monárquico. En cambio, la figura de
Sycorax encarna el saber femenino, el poder curativo y la sexualidad que está
ligada a lo que comienza a observarse como “la Naturaleza” (Federici, S. 2010,
280). Hay así un reemplazo en términos de legitimidad y poder, entre la “magia”
permitida al hombre y la “brujería” con que se persigue a las mujeres. El texto
shakespeariano detalla entonces el espíritu de una época contemporánea de la
cacería de brujas y de la domesticación del cuerpo femenino (156).
Dicha domesticación se expresa claramente en la ambigüedad
con que Calibán describe el proceso por el cual Próspero se apodera de su
tierra y de su isla. En efecto, afirma que el mago “tomó” dicha isla (Lara, I.
2007). Este verbo puede referirse no solo a la “toma” de la tierra, sino al
hecho mismo de la violación y/o asesinato de Sycorax. La frase de Calibán
genera un doble sentido, ya que puede entenderse cómo que Próspero “tomó” la
isla, es decir, la conquistó y colonizó, pero también como que tomó a Sycorax: es
decir que la violó (Lara, I. 2007, 84). En la prolongación de este análisis, se
puede afirmar que la “toma” se concreta con el arrebato de la tierra, pero
también del conocimiento y de la historia de Sycorax. Esta no es solo
desposeída de su isla, sino también de su propio relato, de su recorrido y de
su historia.
Remembering Caliban's accusation that Prospero took Sycorax reminds us that it is
important to understand how women have specifically embodied the violence of
slavery and colonization. However, Caliban himself is not able to understand
and be empowered by Sycorax's legacy. Perhaps another colonial
wish-fulfillment, Caliban ultimately internalizes his oppression and turns the
curses against himself. (85)
Las mujeres han encarnado la
violencia de la colonización en sus propios cuerpos (Durán, J. 1999, Segato, R.
2016) como territorio que forma parte de la conquista. A través de este
discurso, Calibán termina entonces reconociendo los derechos de Próspero sobre
la isla, y dando por un hecho la desaparición del legado de su madre. Esto se
refuerza con las expresiones de Calibán cuando compara la magia de Próspero con
la de Sycorax, para determinar que la del primero es más fuerte. Hay una
ambivalencia en esta relación que hace Calibán de su madre, recurre a ella para
maldecir a sus opresores pero termina reconociendo el poder superior de
Próspero (Lara, I. 2007, 85).
Resulta entonces fundamental posicionar la figura de Sycorax
como figura de resistencia frente al poder colonial y al nuevo sistema de
sentido que se establece con la conquista y colonización de América. Como lo
pretende Lara es imperativo reconstruir la historia de Sycorax como historia
legítima de empoderamiento femenino de las mujeres racializadas. Volver sobre
esta figura y darle un contenido, demostrando cómo fue el proceso de su
invisibilización, permite descolonizar el imaginario que se teje en La Tempestad. De la misma manera, logra
constituir una red filial en torno a la figura de Calibán, contribuyendo a
dimensionar la importancia de las mujeres racializadas en su propia
historia.
En conclusión, podemos afirmar que la recuperación e
interpretación de la figura de Calibán como elemento de resistencia al poder
colonial ha dejado por fuera una reflexión sobre el lugar de la mujer
racializada. Una verdadera lectura decolonial debe de integrar la dimensión de
construcción de dicha diferencia (sexual y racial). El silencio en torno a la
filiación de Calibán (la ausencia de su mujer, pero también la desaparición de
su madre) ponen de manifiesto la dinámica moderno-colonial que la Tempestad vehicula. Para actualizar la
figura de Calibán, como figura de resistencia y de liberación, es
imprescindible integrar a la(s) mujer(es) que también habitan la isla y que
fueron, igualmente, despojadas y ultrajadas en el despliegue de la modernidad
imperial.
Césaire, Aimé. 1969. Une Tempête: d'après” La tempête”
de Shakespeare. Adaptation pour un théâtre nègre. Vol. 22. París: Seuil
Darío, Rubén. 1998. El triunfo de Calibán (1898) (Ed.
y notas de Carlos Jáuregui). Revista Iberoamericana 184: 451-455.
Durán Luzio, Juan. 1999. Entre la espada y el falo: la
mujer americana bajo el conquistador europeo.
Federici, Silvia. 2010. Calibán y la bruja. Mujeres,
cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficante de Sueños.
Fernández, R. 2000. Todo Calibán. Cuba: Editorial
Letras Cubana.
Quijano, Aníbal. 2000. “Colonialidad del poder,
eurocentrismo y América Latina”. En La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, compilado por Edgardo Lander.
Buenos Aires: CLACSO.
Segato, Rita. 2016. La guerra contra las mujeres.
Madrid: Traficante de Sueños.